Por César Gabler
Rosario Perriello es una artista inquieta. Explora nuevos medios, se preocupa por la contingencia, pero todo ello, aparece filtrado por un riguroso trabajo con los medios escogidos. Cerámica, pintura, escultura. Quizás sus extensos viajes en bicicleta de su casa a su espacio de trabajo, en el ya célebre Taller León, la mantienen conectada a la ciudad, sus problemas, sus vaivenes y desde luego, su estética caótica y eso se refleja en mucho de lo que hace.
En sus inicios la pintura fue su principal medio de expresión, pero ya entonces, hablamos a comienzos de este siglo, lo pictórico se combinaba con la instalación y la arquitectura. El espacio no la dejaba indiferente. Hoy tampoco. Perriello pintaba figuras sobre madera que luego recortaba y más tarde instalaba en sitios estratégicos. Ya fueran columnas o esquinas, los elementos parecían integrarse a la sala de un modo engañoso. Así ocurrió con “Naturaleza muerta de objetos encontrados”; los fragmentos de un basural, resueltos con un realismo desenfadado, aprovechaban el espacio y replicaban en la sala de exposición el punto de vista de la artista frente a aquellos restos. Porque los desechos, particularmente papeles y envoltorios, se convertirían más tarde en la materia prima de sus obras. En “Paraíso” le permitieron recrear algunas plantas típicas de la zona central, como el espino. Las figuras eran rigurosamente descriptivas; los colores -festivos en cambio- parecían una celebración a la vida natural, pero, escondían una trampa. Su forma estaba recreada con toda clase de papeles impresos. Basuritas encontradas. Una ironía que apuntaba en muchos sentidos, incluidos el ecológico. Una de sus preocupaciones constantes, evidente en proyectos como “Intemperie” o “Humedal”.
En tus pinturas de los primeros dos mil las figuras -humanas o extraídas de la naturaleza- se confundían con la arquitectura, hoy -en obras recientes- desarrollas estrategias para camuflarte. Parece una constante, ¿no?
Si, no lo había visto tan claramente. Es una constante desde que en alguna clase de historia del arte en la universidad conocí el trompe l’oeil, y me pareció muy lúdico poder utilizar esa herramienta, porque es una estrategia fácil de entender. Poder llegar desde ese juego muy simple a un posible espectador, no provengo de una familia de artistas, entonces siempre me he preguntado si lo que hago lo entenderían mis padres, y después pienso, que para mi es interesante que los lenguajes que uno ocupa, sean de alguna manera, interpretativamente lo más simples y transversales. En los últimos trabajos, han ido apareciendo otras cosas, lo performático y lo temporal, y una necesidad vital de hablar de hechos sociales importantísimos.
¿Cuáles son esos temas que abordas? ¿Qué agrega el arte a la reflexión que no aborden los medios de comunicación?
Generalmente los temas van cambiando, las motivaciones también, trato sí que sean temas que inviten a reflexionar sobre asuntos que afectan de manera social, aunque eso suene algo vago. Una vez leí una noticia que hablaba de la hambruna en Haití y que para mitigar el hambre, las mujeres habían empezado a producir galletas de barro para alimentarse. Fue tan impactante que se mantuvo en mi cabeza por años hasta que el año 2015 hice una obra con piezas de barro sin coser para hablar de eso. Esa historia es tan dura que nadie podía mantener una indiferencia al conocerla, y eso creo que es lo que queda, esa permanencia, pensando un poco en lo que preguntas sobre la reflexión que aporta el arte.
Ahí aparece en tu trabajo la dimensión activista. ¿Cómo lees esa parte de tu hacer?
Creo que hay socialmente algunos temas de urgencia que necesitan ser revisados. No sé si soy activista, pienso que los artistas a lo largo de la historia de la humanidad han representado por medio de imágenes, música, reflexiones, etc. temas vinculados a lo que está pasando en la contemporaneidad en la que viven, me parece que es la función más importante. Es bonito verlo al revés, es decir, cuando observas una figura de arcilla en el Museo de Arte Precolombino, por ejemplo, observas los detalles de las piezas, cómo fue construida, con más o con menor grado de meticulosidad, pero la gran pregunta que te haces es: ¿en qué estaban pensando? Ese misterio me parece fascinante, y podemos aplicarlo a lo largo de la historia. O como lo que podemos ver en ese documental “La cueva de los sueños” de Herzog. Si lo piensas, no había artistas allí, solo personas dejando registro de sus experiencias cotidianas por medio de imágenes.
Interesante que recojas un ejemplo tan remoto. En tu obra, pienso en piezas como “Objetos sobre una mesa” o “Este puede ser el lugar”, la greda da a las piezas un carácter arcaico, amén de apelar en cada caso, a cuestiones muy concretas de cada proyecto. Tus proyectos artísticos casi siempre se resuelven a partir de una combinación del espacio expositivo y la materialidad con los que fueron abordados…
El tema con los materiales ha sido super importante, llegué a la arcilla por el trabajo que mencionaba antes, sin saber nada de cerámica, de manera muy intuitiva. Después se trasformó en una frase que tiene sentido hasta el día de hoy para mi, y es “ los materiales tienen un lenguaje que es propio”. Cada material tiene un contexto, cultural y visual. Eso me llevó a tomar talleres con artesanos alfareros que trabajan la tierra, en Quinchamalí y en Metepec, México. Esas experiencias tenían procesos vinculados a la naturaleza, el calendario lunar y las estaciones del año. Fueron experiencias muy distintas, extraían el material a utilizar del mismo lugar en que viven, eso además, crea una sensibilidad distinta en el vínculo con el barro, con el entorno y el paisaje. Tomar estos talleres era también para entender problemas más locales, lo que sucedía con la pérdida de las técnicas artesanales, dejar de mirar hacia afuera desde una perspectiva eurocentrista, que es lo que te enseñan en las escuelas de arte, y comenzar a ver qué estaba pasando acá.
Qué interesante que hables del lugar. ¿Qué cosas del Santiago de hoy, marcan tu obra reciente?
Pienso que la ciudad, en estos tres últimos años, se vio intervenida de manera radical y se convirtió en un escenario muy diverso, en el que nos encontramos después del estallido y una pandemia, con un paisaje muy cambiado.
Ahora estoy trabajando en una obra que se llama “Cómo camuflarse en la ciudad y desparecer” que se expondrá en el 2023 en galería AFA y es en conjunto con Paulo Méndez, diseñador de moda. Serán trajes diseñados e intervenidos con materialidades diversas. Las telas sublimadas con fotografías de la ciudad se camuflarán en algunos espacios de la arquitectura del perimetro en donde ocurrió el Estallido. Cada traje intervenido con materiales como: arcilla, porcelana, desechos, etc. citará de alguna manera, la pedrería de los vestidos de alta costura. Este trabajo en conjunto partió hace unos años en pleno estallido social, cuando se nos ocurrió que podíamos hacer trajes para camuflarse y esconderse de la violencia policial con la que enfrentaban a los manifestantes las fuerzas especiales. Nos interesa dejar una evidencia de lo que fue ese acontecimiento histórico tan importante, algo que puedas revisar después y entender, cómo la ciudad reflejó de manera tan radical lo que estaba pasando.