Por César Gabler
El de Danilo Espinoza es un caso singular. Primero alumno, luego ayudante y finalmente profesor de su cátedra predilecta, Dibujo. Así con mayúsculas, como su pasión por el medio y su oficio virtuoso. Pero cuando inició su camino artístico las artes de viejo cuño no gozaban de buena salud. Corrían los 90´s y nuestra escena se ponía a tono con el panorama internacional. Videos, instalaciones, arte post conceptual. Un dibujante como Espinoza, con una vocación por la figura humana, en una línea sobriamente neofigurativa, parecía no tener mucho espacio. Él -al menos-lo entendió así, y con la sencillez que lo caracteriza, dio un paso al costado y ejerció con dedicación profunda la docencia en la Universidad Católica, el lugar donde estudió. Junto a quien fuera su profesor -Ignacio Villegas- investigó las posibilidades técnicas y expresivas del dibujo en un ejercicio a dúo aprovechando los tiempos muertos de la docencia. Sin mayores pretensiones, pero con afán inagotable. También colaboraron en un libro sobre el dibujo, dando forma escrita a su colaboración en torno a éste. Eso hasta el año 2008. Una vocación paralela en el teatro popular, los testimonios de unas mujeres de origen mapuche y el deseo de juntar arte y política -con vocación social y sin oportunismo- llevaron a Danilo Espinoza a ingresar en sus propios términos, a la escena artística.
Danilo, en tu trayectoria -corrígeme si me equivoco- aparecen dos etapas muy marcadas. Una ligada a las técnicas del dibujo y otra (la actual) a la experimentación con procesos de impresión. Me gustaría saber cómo fue esa etapa de dibujante. ¿Qué aspectos de esa técnica te interesaban y qué ideas o asuntos acompañaron todo ese proceso?
Es cierto. La primera etapa se relaciona con mi formación como dibujante en la Escuela de Arte UC, desde mi egreso en el año ’96 realicé trabajos que desde el dibujo abordaban diversas problemáticas asociadas a la mirada, el modelo, el trazo, experimentación con soportes, materiales y montajes. Luego de pasar por varios proyectos, en que me inventaba pretextos para trabajar, entendí que básicamente lo que buscaba era reflexionar sobre el acto mismo de dibujar, entendí que el dibujo para mí era un acto de resistencia, tanto a los nuevos medios como a las nuevas tendencias del arte contemporáneo de ese entonces, que me interesaba el dibujo por su condición austera, por lo simple, por la posibilidad de dibujar en cualquier parte y con muy pocos recursos: un papel y algo para trazar.
Así es como llegué a uno de mis últimos proyectos de esa etapa: “Acumulación y crecimiento del dibujo” iniciativa realizada en el 2004 junto al artista Ignacio Villegas.
Ignacio que fue tu profesor de dibujo y un destacado investigador en el ámbito de la gráfica. ¿En qué consistía ese proyecto?
Buscábamos rescatar los dibujos cotidianos, esos que realizábamos en esperas, durante las clases, en reuniones, en salidas de paseo, etc., dibujos realizados sin la pretensión de ser obras, para con ellos producir un montaje que iba creciendo, sumando dibujos en el tiempo. Se transformó en una obra procesual que tuvo un inicio y un fin a lo largo de cuatro años de desarrollo, un montaje con más de 500 dibujos en el que era posible reconocer prácticamente todos sus temas: caligrafía, mapas, caricaturas, retratos, autorretratos, paisajes, objetos y figuras humanas. Además de un amplio universo de recursos, hasta acercarse a los bordes de otras disciplinas como la pintura y el grabado: Acuarelas, bolígrafos, tintas, plumas de ave, plumas metálicas, brochas, pinceles, grafitos, carbones, pasteles, lápices de tinta, óleo, velas y dibujos ejecutados con los dedos.
Mucho trabajo, muchos recursos, ¿qué sacaste en limpio de ahí?
Al finalizar este proyecto, concluí que sentía mucho placer al dibujar, pero que el trabajo que estaba realizando dejaba fuera mis preocupaciones sociales y políticas que, hasta ese momento las resolvía a través de otras actividades como la docencia en lugares vulnerables y la dirección de arte en proyectos de artes escénicas.
El 2008 trabajando en la dirección de arte junto a la compañía Kimvn Teatro en la comuna de El Bosque, decidí unir la experimentación de dibujos realizados con humo de vela, a los contenidos que aparecían de la investigación teatral, un trabajo documental que recogía testimonios de vida de mujeres mapuche que en algún momento de sus vidas vivieron la fractura de tener que migrar de su territorio de origen para instalarse en la periferia de la ciudad.
Me parece que ahí partió lo que estás haciendo ahora ¿no? ¿Cómo fue el proceso?
Decidí inicialmente, casi a modo de homenaje, retratarlas con dibujos elaborados con el humo de vela. Al avanzar y conocer sus testimonios, en particular el como siendo niñas eran discriminadas por sus rasgos, su lengua -el mapudungun- y por estar “pasadas a humo”, esto último me llevó a reflexionar en torno al humo cotidiano, el hogar, la convivencia familiar alrededor del fogón, el humo que impregna de hollín todo en la vivienda, etc., con estas ideas, me propuse dar cuenta de sus biografías a través de traspasar sus fotografías con humo al papel. Inicié una nueva experimentación que pasó de dibujar con humo de vela a mano alzada a utilizar plantillas caladas manualmente, luego plantillas más complejas que implicaban digitalizar las fotografías para calarlas con corte laser, tener que construir hornos para ahumar e investigar en materiales para fijar el humo en el papel.
Es interesante, se da en la misma investigación un tránsito desde el dibujo hacia una forma muy particular de gráfica, como una serigrafía que remplazó la tinta por el humo
Efectivamente mi obra ha derivado en una experimentación que se acerca más a procesos de impresión. Sin embargo, no he dejado de dibujar, el dibujo que realizo actualmente no tiene la pretensión de ser obra ni de exponerse, nace simplemente de la necesidad de dibujar, de recordar y dejar huellas de mis observaciones cotidianas.
En los primeros proyectos busqué las relaciones posibles entre humo, memoria y olvido; presencia y ausencia. Incorporé el humo, desde su potencial significante, tanto como signo, como dispositivo formal: material etéreo, libre en sus desplazamientos y poco controlable, en contraste con el empleo de nuevas estrategias para la configuración de imágenes, caracterizados por su precisión, como el uso de medios digitales, tecnología de corte láser, todos procedimientos usados en la producción visual contemporánea.
Hoy estás exponiendo con bastante regularidad, más que en el pasado, ¿a qué se debe?
Desde el 2008, he orientado mi trabajo a la revisión de categorías culturales, tales como: memoria, etnia, identidad y derechos humanos. Mis proyectos los he desarrollado a partir de procesos análogos a la investigación, a través de los cuales me he vinculado con pares de otras disciplinas e integrando a la comunidad en las distintas etapas de mi trabajo, con esto he buscado realizar una obra comprometida con la idea de experimentar y crear formas y metáforas nuevas. Al mismo tiempo que realizar una obra conectada con lo que me rodea, desde un compromiso político con lo desplazado y marginal.
De este modo, creo que el interés de los espacios de difusión cultural por exponer mi trabajo se debe, por una parte, a que el contexto del arte ha cambiado, lo contemporáneo ya no se entiende desde el rechazo a la tradición, ni lo experimental implica necesariamente propuestas liminales. Por otra, el arte chileno se ha vuelto más amplio y diverso, donde el trabajo de investigación-creación desarrollado en el ámbito de las universidades ha encontrado un espacio en los circuitos de arte contemporáneo, circuito en el que han cobrado valor las prácticas colaborativas e interdisciplinarias que abordan problemáticas de interés social.