Por César Gabler
La pintura chilena aparece en sus textos como un conjunto, medio deshilvanado, medio impreciso, de anécdotas curiosas, o de teorías estéticas contadas casi siempre con más palabras que imágenes. Generalmente los juicios de los autores -de reseñas o textos de divulgación- tienen una limitada contraparte visual, unas cuantas láminas y no mucho más. No importa si el relato es el de la vieja escuela, con Antonio Romera a la cabeza o el de versiones más recientes, Ivelic y Galaz o Ricardo Bindis. Lo que falta casi siempre son más ilustraciones que dialoguen con los juicios. Imposible incluirlas todas en un libro y, lamentablemente, no resulta fácil encontrar otras fuentes. Tampoco abundan las monografías, y las que existen -como las publicadas por Origo-si bien representan un avance notable respecto al panorama editorial previo, no abarcan a todos los pintores de los que uno quisiera saber algo más. Muchos -y muchas- han quedado fuera de casi cualquier cobertura impresa, por lo tanto, son secreto de conocedores. O mito. De hecho, durante mucho tiempo, un complemento a las fuentes bibliográficas lo conformaron los catálogos publicados en exposiciones y subastas y por cierto, las tarjetas navideñas ilustradas con pintura nacional. Paradójicamente, resulta más accesible el arte universal, que el chileno. Un panorama que comienza a cambiar.
Porque la aparición -en marzo de este año- del sitio Pintura Chilena, puede considerarse un hito. Primero por el alcance de su criterio. No solo es un completo repositorio de obras, en expansión, impresionante en casos como el de Juan Francisco González, representado, hasta la fecha, con 336 piezas, también ofrece una muestra organizada a través de colecciones públicas y privadas, destacan las del Banco Central o la del Museo Municipal de Bellas Artes de Valparaíso. Sorprenden también algunos privados, una de las colecciones exhibidas en la página ofrece más de cuatrocientas entradas. Ahí, en la recuperación y divulgación de obras inaccesibles al público, aparece uno de los puntos neurálgicos de este proyecto. No es el único.
La plataforma también permite hacer recorridos por categorías específicas, que se desprenden, como hashtags, de las obras que a uno puedan interesarle. Por ejemplo, animales, paisajes, retratos. Esa versatilidad, no solo es parte del recorrido sino también de la información disponible. Los usuarios pueden colaborar y continuar ampliando el contenido disponible: “Con la ayuda de ustedes, confiamos en consolidar en el mediano plazo la pinacoteca virtual más grande de Chile, al servicio de todos los interesados en el arte chileno, desde cualquier lugar del mundo”, afirman en la presentación del sitio, y hay que decir, lo están consiguiendo. Ninguna de las páginas que actualmente disponen de material similar, ofrece el mismo rigor en la presentación de las obras y en el acceso expedito a fuentes documentales. Documentos de época, extraídos de revistas como Zig-Zag, Sucesos o Chile Ilustrado. Insumos, que facilitan la investigación y la reflexión en torno a los contextos en los que se desenvolvió la escena local. Un aporte, a la historia del arte.
La gráfica del sitio es atractiva y el acceso a las obras permite explorar detalles que habitualmente no podemos apreciar más que en directo. La calidad de las fotografías es -en general-notable. No solo los colores parecen bien ajustados, también es posible observar -con detalle- la superficie de las obras y el tratamiento material. Las imágenes-además- se pueden copiar y pegar, fundamental para hacer presentaciones educativas y difusión. El público general, los amantes del arte y por cierto todos quienes ejercen la docencia, tienen aquí una herramienta atractiva y amigable para presentar -al fin- y con abundantes referencias, la pintura chilena tradicional.
Tras este proyecto están Solène Bergot, historiadora y directora del Magíster en Historia UNAB; y Pedro Maino, editor y gestor cultural. Maino, hay que decirlo, es el nombre detrás de varios proyectos dedicados a la recuperación y puesta en valor de artistas y acervos históricos: Pedro Luna, Los Diez, Camilo Mori, solo por nombrar tres ejemplos. Un trabajo- el suyo- que está contribuyendo de manera notable a la renovación de la historiografía artística local.