En su última exposición individual, Vías de Extinción, Klaudia Kemper pasa revista a sus obsesiones de siempre, el cuerpo, la biografía, la naturaleza, y a las urgencias del presente. En las salas del MAVI, que la artista vuelve pequeña con su invasión de dibujos, pinturas, videos e instalaciones, despliega su inquietud ecológica, las enseñanzas de las culturas ancestrales, sus temores y los golpes de la historia reciente. Están el COVID, el Estallido Social, los incendios forestales en la Amazonía. Y su madre. La descripción es urgente y sentida. También lo son sus dibujos, que la muestran desnuda y fusionada con la naturaleza. En ellos la artista parece comparecer como sujeto particular y como mujer universal. Lo planetario, lo nacional, pero también lo cercanamente familiar se hacen presentes en una muestra que transita con naturalidad por técnicas y temas, como si cada asunto requiriera de un lenguaje particular.
Fuertemente ligada a Brasil, la artista, mantiene lazos artísticos y afectivos con el gigantesco país del cono sur, algo que se refleja en las imágenes de la exhibición y en su película recién estrenada “Traer La Voz”, una síntesis de su experiencia biográfica, sus abuelos alemanes y psicoanalistas, la distante relación con su padre y la afasia que lo aquejó y explica el título de la película.
Me gustaría abrir este diálogo indagando en tu formación inicial. Estudiaste diseño y desde ahí arribas a la animación y luego a las artes visuales.
Mira, yo estudié diseño porque no pude entrar a arte, no pasé el examen específico de admisión que te hacían dibujar una carretilla y unas tijeras en la Católica y pintar un bodegón en la Chile, yo reprobé ambos, después de haber sacado el mejor puntaje de mi colegio en la prueba. Fue terrible, fue mi primer fracaso profesional. Yo no era una dibujante realista, las tijeras me deben haber quedado chuecas y no tenía idea de pintar un bodegón. Yo pintaba y dibujaba otras cosas, nada que se pareciera al mundo real. Entonces entré a diseño en la UC pensando en cambiarme, pero no me cambié, me fui quedando y tomando ramos de arte, litografía, color, un ramo muy lindo -experimental- con Francisco Brugnoli, y empecé a pintar en clases del colegio médico con Bororo. Ahí me enamoré de la pintura y no la solté más. Luego para titularme yo quería hacer una muestra de pinturas, pero la escuela no me aceptó porque yo tenía que hacer un proyecto de diseño, entonces pensé en hacer “pintura en movimiento” e hice “M“, una animación en cine de 4mil dibujos que luego ganó unos premios y forma parte de la colección del MoMA de New York. O sea que a punta de rechazos y negativas yo fui inventando medios de hacer obras que estaban en los bordes, no podía ser pintura, entonces era pintura en movimiento, y fue animación, fue como nadar contra la corriente y salvar el pellejo
Años después estudié en La Sorbonne con profesores muy conceptuales, muy duros, fue difícil pero también desafiante, aprendí mucho, y hace un tiempo hice un magister en cine documental en la Chile, eso sí fue mi puntapié para empezar a hacer películas, fue muy bueno.
Todas cosas que aparecen en tu modo de trabajar. En Inmersión, tu gran muestra en el Bellas Artes de hace 10 años ya, aparecían estos elementos y en esta muestra también, lo proyectual, por ejemplo, en tu uso extensivo de los mapas conceptuales. Esta exposición puede leerse, también, como un diario de vida de tus últimos años. Aparecen trazos del Estallido Social, de la Pandemia, pero también un cuerpo de obra en el que vinculas tu propia figura con la naturaleza y la sociedad.
Vías de Extinción nace a partir del incendio del Amazonas a fines del 2019. Me impactó mucho ver las imágenes del Amazonas en llamas. Recuerdo que duró días de días. Brasil estaba bajo el mando de Bolsonaro y obviamente había intereses económicos en quemar la floresta. Yo había estado en la selva amazónica años atrás participando de un proyecto documental y de alguna manera haber estado alejada de la ciudad y de cualquier forma de tecnología (no había internet -no existía aun- no había agua corriente, ni luz eléctrica, ni hospitales, ni locales comerciales) por varias semanas fue muy revelador, una experiencia fuerte, de contacto con la naturaleza, mística y descarnada; la naturaleza sin mediación.
De más joven había sentido esa necesidad de despojarme de “lo cultural” y “re-encontrar» un estado “originario” un estado de armonía con la naturaleza. Como volverse bicho nuevamente. Me interesaba mucho eso, distinguir qué es lo originario en nosotros como especie. Pero claro, creces y te vas dejando formatear. Aunque ese deseo nunca se acabó, quizás por eso me dediqué al arte, a la creación de otros mundos.
Ahí la conexión con la naturaleza, tan presente en toda la muestra, pero hay también crónica social y política
El asunto es que, a fines del 2019, vino ese incendio gigantesco seguido de otros en Australia y otros desastres derivados del cambio climático. Luego el Estallido Social en Chile que vino a poner todo patas pa’ arriba. Inicialmente fue un furor maravilloso y acompañé muy de cerca esa energía de cambio, pero al poco tiempo el escenario se volvió super represivo y violento y me invadió el miedo de salir a la calle. Finalmente surge la pandemia y la sensación de miedo aumenta, se expande, se vuelve mundial y por primera vez nos enfrentamos a un escenario tan bizarro, en que la vida humana está tan fragilizada, en que no hay certezas, solo amenazas de muertes. Desde el encierro sentí que estábamos viviendo los últimos días de la especie humana. Así tal cual, estábamos camino a la extinción. Por eso el proyecto tiene ese nombre. Lo primero que hice fue un rescate de imágenes de internet, mapas con círculos rojos que indicaban el aumento del Covid por regiones, imágenes de los incendios, imágenes del fin del mundo.
Y de ti misma, hay mucho autorretrato en la exhibición…
Quería ver mi cuerpo, las proporciones de mi cuerpo que es lo que atestigua mi existencia en esta tierra, mi cuerpo que respira, testimonio de que estoy en vida y que ocupo un lugar físico en el mundo. Fue construyendo a modo de collage relaciones entre esas imágenes. Primero fueron collages pequeños en papel y luego fueron grandes lienzos de tela de algodón dibujados a carbón, el mínimo de materialidad, solo lo esencial.
Un cuerpo, que por lo demás aparece unido al territorio. En ese sentido no extraña la valoración que haces en la muestra de las culturas ancestrales de nuestro continente
En este escenario de fin de mundo que vivimos, descubrí un día hurgueteando en internet, el Abya Yala, que es no solo el nombre original que le daban al continente sudamericano los pueblos antiguos de Panamá y Colombia, antes de la colonización, sino que además, a partir de los años 70 pasó a ser una suerte de movimiento social comunitario de grupos indigenistas contemporáneos que rescatan la forma de vida de sus antepasados, eso sumado a corrientes feministas o de feminismos comunitarios o eco feminismos que proponen una manera de habitar el mundo más armónica con el medio ambiente y con la misma especie humana; más paritaria, más amorosa. Esta forma contraria a los sistemas capitalistas y neoliberales basados en la hiperproducción, el dinero y el poder a partir de la dominación, hablan de un “buen vivir” o “sumak kasay” que distingue principios tales como saber dormir, saber, soñar, saber comer, saber danzar, saber meditar, saber dar y recibir, saber amar y ser amado…en fin, algo muy lindo. Entonces empecé a trabajar con eso ya que me pareció importante conocerlo, divulgarlo y traerlo al museo, traerlo a la comunidad, que se hable de esto que existe y es positivo, que podemos hacer un cambio.
Recién comentabas la presencia del dibujo en tus autorretratos. El carbón ahí como elemento plástico -y significante también- ramas carbonizadas, que, al contacto con la superficie de la tela o el papel, se convierten en cenizas. Pero la pintura también ocupa un lugar muy importante en la muestra y en tu obra. Antes hablabas de Bororo, me imagino que su forma de entender la mancha y la pintura debieron interesarte, ¿Cómo entiendes la pintura?
¡Qué buena pregunta! Aún no entiendo la pintura, por más que he tratado. Yo pinto desde que empecé, hace 35 años. Paso por períodos en que me alejo y después vuelvo, nunca la he abandonado y creo que nunca la abandonaré. A mí la pintura me hace sufrir, es una relación difícil. Es más difícil que el cine porque el audiovisual de alguna manera siempre guarda una belleza que es mostrar la realidad, sorprende. En cambio, la pintura puede realmente llegar a ser una bosta, una masa informe color bodrio, realmente puede ser asustadoramente mala. Entonces me exige más. La pintura me exige trabajo, horas, me toma y me obsesiona. Yo cuando estoy pintando, antes de irme le tomo fotos a lo que esté haciendo y antes de dormir miro las fotos, me quedo dormida mirándolas… no puedo parar algo que se inicia cuando pones algo sobre la tela, es como un baile, es como estar enamorada de alguien, no sé.
¿Ese sería tu método?
He buscado cientos de metodologías para pintar, incluso he logrado algunas por un tiempo, pero luego las destruyo, no las pinturas, nunca he destruido una pintura, si no las metodologías. Si tuviera que resumir mi proceso es algo así: inicio, tirar colores sobre la tela, eso me encanta; me encanta empezar, yo no hago bocetos, yo mancho, y esa parte es deliciosa porque es gestual, es expresiva, es juguetona, yo me muevo, sobre todo en formatos grandes, es como una fiesta empezar una tela. Luego viene el día siguiente, ahí todo se complica, seguir, seguir para mi es lo más difícil, porque ahí se convierte en algo así como arreglar lo que molesta, viene un proceso de mirar mucho y hacer poco. Un proceso de control, es fácil que la pintura se endurezca y pierda la espontaneidad inicial. Pero lo bueno es que ¡de repente resulta! Y sorprende y ves en las imágenes algo que no puedes describir, un placer del trazo, del color, del espacio vacío, un placer de la relación de las imágenes, algo mágico, algo misterioso que emerge, como si esa imagen hubiera estado oculta y la hubiera hecho aparecer, es hermoso.
Las pinturas de Vías de Extinción están hechas pensando en mi madre y en su padecer y en su muerte, proceso que acompañé este año. Siento que todo lo que está ahí, está dentro de la tierra, es el momento de dejar la vida, el tránsito.