Por César Gabler
It/eso, es la obra más reciente de Cristián Salineros. Aunque no se parece a nada en particular si puede asociarse-en general- a ese conjunto de piezas creadas por el artista, que trenzan naturaleza y tecnología. La vida orgánica como modelo, fue la guía para un pilar de la modernidad como Cézanne, que la tradujo a través de un lenguaje reductivo inédito hasta entonces; otro tanto podría decirse de Cristián Salineros, y es que en su trabajo, las formas de la naturaleza -sin excluir ninguno de sus reinos- aparecen como obsesión y como leitmotiv. Sigue así a artistas tan dispares como Henry Moore, Barbara Hepworth o Isamu Noguchi cuyas piezas -de una u otra forma- evocan el más variado repertorio del mundo orgánico: huesos, semillas, caparazones y se vincularon, con mucha facilidad con la arquitectura y el diseño. Aquellos lenguajes combinaron -en dosis variables- materiales, formas y procesos constructivos extraídos del mundo orgánico, con los modernos conocimientos de la ingeniería y la escultura.
Desde sus inicios públicos como escultor, Cristián Salineros exhibió un lenguaje de líneas simples y volúmenes rotundos. Sus obras debían tanto a la naturaleza como al diseño industrial o la artesanía. De unos y otros extraía procesos, materiales, estructuras y los devolvía en forma de volúmenes rotundos instalados con fluidez en el espacio público. El orden y la repetición aparecían también como posibilidad, cuando no como premisa para sus montajes, actualizando las premisas básicas del minimalismo.
Evocar la belleza y el orden del mundo natural, parecía el sustrato de todas aquellas obras, algo que el artista ha hecho más explícito en producciones recientes, su gran escultura en lo Barnechea “Plegar el Paisaje” lo ejemplifica con una forma acristalada que refleja el paisaje y lo devuelve como un cuadro cubista, también su última exposición en D21, donde las deposiciones de las aves se muestran como materia plástica y hasta origen de una particular configuración escultórica. Para hacer del ejemplo una trinidad, agreguemos la escultura recién inaugurada en el aeropuerto internacional de Santiago, que evoca tanto a las nubes como a las rocas.
Ya instalada en el edificio Sucre, “It/Eso”, es una obra que sigue las preocupaciones más recientes del artista. La pieza tiene la irregularidad de una forma orgánica, una lámina metálica se curva y describe el perímetro de lo que parece un contorno imaginario, como si un garabato trazado en un papel, se hubiese erguido de la hoja hasta tomar cuerpo, pero renunciando al espesor y prefiriendo en cambio el vacío. En su base una estructura metálica, soporta el volumen y permite su anclaje a cuatro rocas enfrentadas que sirven de soporte. El contraste material es elocuente. La superficie cromada de la forma es el reverso de la textura áspera de las piedras, y se mantiene suspendida, casi flotante, gracias a ellas. Lo que vemos -a la distancia- es una estructura ondulante que parece descansar sobre unos pilares naturales, como si se tratara de una pieza arquitectónica. Las docas que crecen abundantes a su alrededor y unas cuantas rocas más pequeñas esparcidas a pocos metros de la obra permiten que esta se erija con naturalidad en el espacio, casi como si fuera parte natural de aquel lugar.