Por César Gabler
En la obra de Andrés Durán (Santiago, 1974) el espacio aparece como una preocupación esencial. Puede tratarse de interiores domésticos, en los que manifiesta las relaciones del sujeto con su entorno y con los otros -como ocurre en “Delay”- o los curiosos habitáculos que un personaje ausente ha instalado tras las vallas publicitarias que pululan en nuestra ciudad (Mirador). En ambos casos, prima una forma de escenificación que es característica de casi toda la obra del artista. Realistas en su contenido y su lenguaje, las obras de Durán, alteran, trucan o ficcionan situaciones que arrancan en la realidad y desembocan en una fantasía engañosamente verista. Obras que explotan las posibilidades de la fotografía y el video, en la era de la edición digital. Durán truca o distorsiona los registros de su cámara, para evidenciar aquellos aspectos que lo inquietan. “Monumento Editado”, es quizás una de sus series más emblemáticas en ese punto. Un comentario histórico y político, que altera las formas de la escultura monumental, con fines irónicos.
Con una recién inaugurada exhibición en Matucana 100, “Insular”, Durán vuelve a la ciudad y lo hace a través de 15 carpas impresas que hablan tanto de la crisis de la vivienda y la inmigración, como las curiosas y hasta porfiadas maneras, que encuentra la naturaleza para volver a los espacios que los humanos le arrancaron.
Andrés tu estudiaste primero arquitectura en la Universidad Central y luego arte en el Arcis. ¿Qué te dejó el paso por cada una de esas carreras?
Estudié en la Central cuando estaba ubicada camino a San Bernardo. En esa época, mediados de los 90´s, conocí referentes importantes, como Zaha Hadid, Daniel Libeskind o Lebbeus Woods, arquitectos que generaban relaciones políticas con los espacios, sin importar si era posible construir sus proyectos. En Arcis, viví lo que es un espacio crítico/reflexivo con el entorno, un espacio con amplitud de mirada. Estaba ubicada en el Centro de Santiago lo que amplió mi mapa de recorridos, y el trabajo con el espacio público se hizo fundamental. Sin duda estos dos espacios formativos marcaron mi práctica.
Casa Cartel del 2001, es la primera obra que pones en tu curriculum. Un “anuncio” de grandes proporciones que parecía la publicidad de la casa donde estaba instalado. Puede leerse como un comentario sobre la realidad habitacional de nuestra ciudad-irónico sin duda- pero también como una especie de cita -en clave política- a la obra de Kosuth. ¿Cómo lo pensaste entonces y cómo lo lees ahora?
Lo considero mi primer trabajo importante, estaba recién egresado de la Escuela de Arte. Creo que ambas lecturas son acertadas, pero también me gusta pensarlo desde algo más esencial, generar una intervención con una imagen que active el espacio circundante. Hacer visible un fenómeno que es propio de nuestro espacio público y que al mismo tiempo se oculta porque no nos damos un minuto para mirar. En este caso, el fenómeno en el cual me fijé fue una estructura publicitaria de gran formato que se encuentra sobre una casa modesta, y cuyo soporte se ubica al interior de su jardín. Arrendé ese soporte publicitario por 2 meses, instalando una imagen de la misma casa sobre la cual está el cartel, y que obligara a un posible espectador/peatón a buscar fuera de los márgenes de la imagen y de esa forma hacer visible la estructura publicitaria y la casa real. Hay que tener en cuenta que en esos años no existía la gran cantidad de carteles al costado de las carreteras. Recuerdo conversaciones que tuve con la señora, dueña de la casa, ella me dijo que le gustaba ver su casa a la distancia, y que le parecía más bella la casa en la imagen que la casa real. Esos comentarios me siguen pareciendo poéticos.
Si pienso mis trabajos hasta el día de hoy, creo que tienen algo de ese primer trabajo. El estar atento a fenómenos que aparecen en una ciudad como Santiago, la utilización de imágenes, el uso de herramientas tecnológicas e intentar generar una experiencia en el espectador.
Luego retomaste esa obra, literalmente casi, reciclando el plástico de la gigantografía para construir una tienda de campaña que instalaste en distintos puntos de la capital -incluidos los terrenos baldíos- y luego la registraste. Un adelanto de lo que expones en Matucana…
Sí, eso fue en 2002, ocupé una de las impresiones en PVC para construir una carpa del tipo canadiense, la cual instalé en varios lugares del centro de Santiago antes de exponerla en Galería Gabriela Mistral. Fue hace 21 año atrás y el espacio público era distinto al actual, también fue mi primera exposición en una galería, propiamente tal. Me interesaba la instalación temporal y efímera que proporciona la carpa, pudiendo alterar un espacio de forma rápida, y al desmontar la carpa, no dejar ningún rastro de su presencia. Sentía que eso pasaba al momento de exponer en una galería de arte. Con ese trabajo quedé con una sensación de deuda, sentí que podría haber seguido trabajando con este dispositivo, pero por distintas razones me enfoqué en otras búsquedas. Fue interesante retomar la esencia de ese trabajo ahora con Insular, y entender que el espacio público había cambiado radicalmente, y el nuevo trabajo también debía cambiar.
Insular equilibra una reflexión sobre asuntos como la inmigración o la vivienda precaria, y lo hace quizás dentro de una metáfora que está instalada en la propia obra, porque como los rucos que se adosan a los muros de edificios o paseos peatonales, las imágenes de plantas se instalan sobre la superficie de una carpa…
Las imágenes son de plantas que crecen espontáneamente en la ciudad, no son plantadas, están fuera de toda planificación urbana, simplemente aparecen. Existe una relación muy cercana con la situación de personas y familias que viven actualmente en la calle, es un fenómeno muy sensible y aún sin solución. Por lo mismo, mi intención fue instalar las carpas en el barrio alto, La Dehesa, Las Condes y Vitacura, donde no se ven rucos o carpas en el espacio público. Específicamente, instalé carpas en espacios residuales en las autopistas, espacios maqueteados que intentan escenificar un lugar de naturaleza. Espacios sin acceso a peatones, y que solo existen para ser vistos desde el auto. Es decir, fui a instalar malezas a esos jardines.
Una provocación silenciosa
Mi relación con el trabajo en ningún caso fue hacerlo desde la mirada de la persona que habita en la calle, creo que no me corresponde. Mi mirada es la de un peatón que transita por las calles y mira de reojo este fenómeno, con el pudor de estar mirando una situación privada en plena calle. En ese sentido el titulo Insular, da cuenta del aislamiento, que no necesariamente es geográfico, también social. Cuando uno mira las carpas en la calle, pocas veces se ven personas, se ve la carpa y uno mentalmente proyecta la cantidad de personas que puede habitar ese espacio, me interesa esa relación con un posible cuerpo o persona, sin tener que mostrarla.
Cuerpos ausentes y anónimos, la antítesis de aquellos que aludes en Monumento Editado. Hay en esas imágenes una crítica evidente a las representaciones patrióticas, clausurando la imagen del héroe y convirtiéndolo en una abstracción geométrica, una suerte de monumento minimalista y sin contenido…
También creo que abre un espacio para reflexionar sobre estos próceres Quiénes son, o por qué ocupan los principales espacios de nuestra ciudad. Creo que es necesario especificar que fue un trabajo de 5 años, que lo di por terminado justo un mes antes del estallido social, es decir, mientras realizaba el trabajo no existía una discusión masiva ni popular en torno a los monumentos, más bien existía una de invisibilidad. Es interesante pensar que esas imágenes ficticias hoy en día son imágenes de archivo, varios monumentos ya no siguen ahí.
Me interesaba justamente lo que dices sobre quitarle contenido, que ya no importe si es el presidente o el militar con nombre y apellido, dejando a la vista elementos formales de la pose, de esa manera evidenciar otras capas sobre el monumento.
Hoy los liderazgos políticos atraviesan una crisis que casi parece terminal ¿Crees posible recuperar la lógica del monumento? ¿qué imágenes se podrían instalar en el espacio púbico, que pudieran despertar alguna clase mínima de consenso?
Creo que es un momento muy difícil para pensar en un futuro cercano. Quizás se puede partir de la idea que el espacio público habla de lo que somos como sociedad. Hasta el momento seguimos siendo una sociedad donde los monumentos principales son militares a caballo, y los intelectuales posan sentados al costado de alguna universidad, y eso nos ha marcado como sociedad. No creo que exista una imagen o persona que pueda generar consenso, quizás sería interesante que nuestros próximos monumentos no intenten contar una historia, y más bien puedan generar una experiencia poética en la cual cada uno la complete.