Por César Gabler
La escultura y el campus
Desde su fundación en 1919, la Universidad de Concepción encabezó una serie de innovaciones en la educación chilena. Bajo la guía de su primer rector, el filósofo y pedagogo Enrique Molina Garmendia (1871-1964), la casa de estudios puso a la cultura como uno de los pilares de su acción. Primera universidad instalada en el sur de Chile y pionera a nivel latinoamericano en organizarse como un campus (Patrimonio Nacional desde el año 2016) en Concepción se instaló una comprometida relación con el arte.
El amplio parque que define el entorno universitario, concluido en 1938, albergó un museo de copias al aire libre, que perdura hasta hoy. Con ejemplos de la escultura universal y nacional, cuenta con obras de Rebeca Matte, Nicanor Plaza y Federico Casas Basterrica, entre otros. Las obras, reproducciones en yeso expuestas sobre plintos, ponen de manifiesto la voluntad pedagógica del rector Molina Garmendia. Y claro, ni entonces ni ahora, podía considerárselas ejemplos de modernidad, pero sin duda aportan hasta hoy a la imagen y acervo de la institución. El conjunto de piezas, situado en distintos puntos del campus, permite al visitante instruirse de manera espontánea y progresiva. Una suerte de ilustración cotidiana; arte como pedagogía.
En honor al profundo impacto y compromiso del rector, que abandonó el cargo en 1956, es que en 1960 se da inicio al monumento dedicado a su memoria y al de los fundadores de la casa de estudios. Inaugurado finalmente en 1966, la obra fue realiza por el escultor Samuel Román y preside el foro abierto proyectado por el arquitecto Emilio Duhart. La escultura de Román fue un hito en su carrera, sus 7 metros de altura y el esfuerzo técnico que demandó su producción -fundida en los astilleros de Talcahuano- hicieron de ella una noticia. La figura que preside el monumento, se yergue con una abstracta actitud de mando. Sostiene una espada y un conjunto expansivo de solidas volutas se expanden a su alrededor, generando un juego rítmico que se antoja futurista. Metáfora del alcance y poder del conocimiento, la pieza es una de las obras más destacadas en la trayectoria de Samuel Román, premio Nacional de Arte en 1964.
La universidad no volverá a tener otro proyecto de similar envergadura hasta el año 2019, año en el que se inaugura, en otro lugar del campus, la obra Luzterra, de la escultora Claudia Soto. Producto de un concurso público, Luzterra abstrae la figura del compás masónica hasta convertirla en una serie de arcos que se encadenan entre sí, configurando un espacio y un lugar de tránsito que lo mismo pueden verse que habitarse.
El patrimonio pictórico
A la escultura se suma la pintura. Dueña de una nutrida colección, que da cuenta de la historia completa de la disciplina en nuestro país, la Pinacoteca o Casa del Arte José Clemente Orozco, su nombre oficial y harto menos conocido, el recinto alberga la que es sin duda la mayor representación disponible de la generación del 13 y ejemplos notables de los “Cuatro Maestros” como se conoce al cuarteto de pintores compuesto por Alfredo Valenzuela Llanos, Alberto Valenzuela Puelma, Pedro Lira y Juan Francisco González. A ello se suman ejemplos artísticos nacionales que se remontan a la colonia y llegan hasta el s.XX.
Casi un tercio del patrimonio pictórico de la institución, corresponde a la acertada compra que propició en 1958 el artista Tole Peralta. Se trata de la colección de Julio Vásquez Cortez, funcionario estatal y la fecha mayor coleccionista de la generación del 13, aquel grupo de artistas cercanos a Fernando Álvarez de Sotomayor que introdujeron una pintura de temas populares y factura hispánica en un contexto aferrado aún a unas convenciones estéticas harto estrechas. Aquella colección, fruto de años de esfuerzo personal, se expuso en 1946 y como relata el historiador del arte Pedro Zamorano, constituyó un hito en la historiografía artística local. Tras un par de intentos fallidos para vender la colección completa, Vásquez no quería disolverla, la Universidad de Concepción recibió la oferta. Tole Peralta, que trabajaba en la institución desde 1954, convenció al rector de entones -David Stitchkin- de adquirirla. La compra se concretó y convirtió de inmediato a la universidad -y a la ciudad- en una capital artística. Unos años más tarde, en 1964, volvieron a agregar valor a su institución. Jorge González Camarena completó el mural “Presencia de América Latina” en el hall de acceso al edificio y de paso concretó-junto a “Muerte al Invasor” de David Alfaro Siqueiros en Chillán– uno de los mayores aportes del arte mexicano en nuestro país. Ambas obras, importantes para el arte latinoamericano, están en la Octava Región. “En provincia”.
Uno y otro ejemplo-la Pinacoteca, el mural de González Camarena- dan cuenta de cuan importante es invertir en cultura, pero en serio. Tanto la colección, como el mural ,una obra de la que se ha escrito mucho y merecidamente, fueron acertadas inversiones, pero más importante aún, contaron con un apoyo institucional permanente. No solo se compró, se conservó, estudió y difundió. Claro, porque difusión, vinculación con el medio -términos usuales en el lenguaje cultural contemporáneo- fueron políticas que más allá de cualquier contingencia, han acompañado el desarrollo de esta institución. Su patrimonio está puesto en valor y permite a la comunidad tener una potente tradición propia.