Por César Gabler
Maya Estrada ha hecho suya la piedra, milenario material escultórico. Dueña de un oficio preciso, la artista ha desarrollado piezas abstractas y figurativas en las que vuelca con fluidez formas geométricas regulares y estáticas, alternadas con curvas y relieves que transforman la materia en volúmenes rotundos y espacios que incluyen el vacío y persiguen el movimiento a través del empleo de diagonales y quiebres a la regularidad compositiva. Sin embargo, es evidente en su producción, el deseo de conectar con el espectador y hacerlo partícipe de una emoción o de narrativa. Para ello puede incluir la figuración y un lenguaje evocativo, como lo hizo en su homenaje a las víctimas del Covid 19 con la obra “Besar el Viento”.
Recién instalada en el edificio “Vista Egaña” de Actual Inmobiliaria, en calle Arrieta Cañas, en la comuna de La Reina, “Poesía del Tiempo” aparece como un homenaje a las rocas y a la cordillera y claro está, a la existencia entendida como devenir: la vida pasa, la piedra queda. Reflexión sensible, que se propone como espacio transitable e invitación sensorial. Cuatro rocas (tres verticales, una horizontal) que se ofrecen como una traducción- a pequeña escala- de la propia experiencia creativa de la artista, quien esculpió la obra en el mismo lugar en el que se extrajeron las piedras. Algo de la sencillez y solemnidad de aquel entorno, se cuela en el montaje del edificio Vista Egaña.
“Poesía del tiempo”, lo sugiere el título, es una metáfora. La temporalidad está inscrita en el propio material. Qué si no tiempo, está presente de forma tácita en cualquiera de las piedras que vemos, o tocamos a diario. Un material que nos antecede en millones de años y que seguirá presente cuando ya no existamos. El universo lítico tiene ese factor común. Evoca una era anterior a nuestra existencia en el planeta y también, cuando aparece esculpido, parece cargar con los rastros de nuestra historia remota. Lo testimonian centenares de esculturas de pueblos y civilizaciones lejanas en el tiempo y en el espacio. Ahí las rocas de Grecia, de Roma o de Tenochtitlán. Cordilleranos como somos, la piedra tiene para nosotros, una particular resonancia emocional y geográfica. Esas razones, y la propiedad sensible del material, explican la elección del granito. La artista lo presenta tal y como fue cortado y también tallado y pulido. Tres estados de la materia.
La entrada del edificio Vista Egaña, alberga una reflexión material sobre el tiempo y la naturaleza. A la manera de un arcaico monumento megalítico, tres rocas de granito parecen configurar un espacio cerrado, íntimo, que invita a las personas curiosas a adentrarse en él. Dos rocas tendidas, se ofrecen como bancas, que facilitan la contemplación del conjunto. Las tres rocas verticales se disponen, como un pequeño laberinto y esconden -a quien las ve desde fuera- las imágenes inscritas en ellas: agua, hojas y un colibrí. Recuerdan a los petroglifos y señalan al mundo natural. Tres formas de recordar, a la Comuna de La Reina, donde se ubica el edificio. La artista desarrolla así una obra que no solo es imagen. La percepción del conjunto supone recorrerlo y experimentar su exterior e interior como un todo, en ese sentido, adopta también un carácter arquitectónico.
Toda una experiencia.