Marcos Sánchez (Santiago, 1980) combina con naturalidad, fantasía y vida cotidiana. Si hiciera películas de terror, ocurrirían seguramente en un mall, en la pieza de un adolescente o en una cancha de básquetbol. De colorido dulce y luminoso, sus obras esconden con frecuencia pequeños misterios, a veces apariciones inquietantes, relacionadas con la muerte o la sexualidad. Su trabajo parece nutrirse de la tensión permanente entre el mundo ideal y fantasioso de los niños, con las miserias y dolores del mundo real. Con imaginación y a veces morbo humorístico, Sánchez reproduce el tránsito traumático de la niñez a la adolescencia, de la adolescencia a la vida adulta. Freud explicado a los niños.
Animador aficionado en su adolescencia, ha convertido este medio en una de sus principales herramientas artísticas. No extrañan entonces, el modo en el que se combinan las estrategias narrativas y formales de la animación, con el dibujo y la pintura tradicionales. En su mundo caben los colores del pop y la psicodelia, las imágenes del surrealismo o las fantasías animadas de ayer y hoy. Marcos Sánchez, cuya obra recientemente ha sido expuesta en Galería NAC (@galerianac) y hace solo unos meses en Nueva York, en la Galería Long Story Short (@longstoryshort.nyc), es un artista que se aleja de las obligaciones políticas y temáticas que abundan en el arte chileno y deja que su pintura y dibujo descubran la realidad desde otro ángulo
Hoy tu pintura está de lleno en la figuración, algo que se dejaba ver en las obras que expusiste recientemente en Nueva York…
Es cierto. Anteriormente usaba grandes superficies de pintura o dibujo para insertar elementos narrativos dentro de composiciones abstractas. Mi intención era que la mirada recorriera la abstracción para encontrar estos elementos narrativos, a veces perturbadores o extraños. Me interesaba esa idea de esconder elementos dentro de una imagen aparentemente abstracta. Pero por otro lado eso disminuía el poder de esas imágenes, las volvía más inofensivas, o eso pienso ahora. Así que desde hace un tiempo a esta parte he querido ir más al grano. No esconder tanto esas imágenes narrativas y arriesgar a que la obra viva o muera con esa idea, sin el salvavidas de la abstracción, se podría decir… Y lo mismo para el espectador, me interesa más, en este momento, quitar ese refugio y mostrar una imagen de la cual no se pueda escapar salvo dejando de mirar la pintura. Todo esto, más que con mi última expo en NY, que efectivamente ya se emparenta con esta, lo relaciono más bien con la post-pandemia. Durante ese periodo me volqué casi por completo a lo audiovisual, específicamente a cortos o videos animados e hice muy pocas pinturas o dibujos. Creo que eso me hizo volver con ideas distintas en la cabeza. Estas ideas también se vieron influenciadas por el trabajo narrativo que hice en animación, creo yo. Por otro lado, me ha estado interesando mucho dominar mejor la técnica de la pintura figurativa, lo cual me ha llevado generar imágenes más «sólidas» o narrativas.
La animación es fundamental en tu trabajo, me parece que no solo se trata de un lenguaje, es un modo de pensar en la imagen. ¿Cómo empezaste?
Mis primeras animaciones las hice de adolescente en el colegio. Presentaba unas animaciones en Stop-Motion para concursos de videos que se organizaban en la semana del colegio. También ahí hice dos videos de dibujos animados en papel, parodias de comerciales, también para estos concursos. Aún tengo esos videos guardados… Luego, como estudiante en la UC tomé un optativo de introducción a la animación tradicional en la escuela de diseño. Junto con Rodrigo Sauré, un compañero de la escuela que hoy se dedica a la animación de forma profesional, hicimos un cortometraje de animación luego de salir de la carrera. Un cortometraje muy extraño, supuestamente para niños, llamado “Valle Esponjoso”. Sus protagonistas eran un niño, un hombre con una oreja en vez de rostro y un personaje disfrazado de mano… Aprendimos bastante de forma autodidacta en ese corto. Se mostró en algunos festivales, pero no lo enviamos a tantos. No sabíamos mucho qué hacer con el corto en ese momento. Luego de varios años en que no toqué la animación, dedicado a hacer cortometrajes con actores en la escuela de Cine, volví a animar el año 2011, para una video/escultura llamada “Casa”, que se expuso en la Galería Gabriela Mistral. Era una maqueta dentro de la cual «vivían» personajes animados, incorporados en monitores pequeños. Luego de eso hice un videoclip para la banda de un amigo y, a partir de ese video, me contactó Kim Deal de The Breeders, para que les hiciera un video a la banda, el 2019.
Walking with a killer, un despligue de apariciones animadas sobre fragmentos de viejo cine y tv gringa retro…
Sí, eso me llevó a varios otros proyectos en los que pude desarrollar un método propio de hacer animación, lo que me ha tenido muy entusiasmado con la técnica. El 2021 terminé un pequeño corto hecho completamente por mí, que estuvo en varios festivales y se ganó un premio del jurado en SXSW, un festival de cine en EE.UU. bastante importante. Además de eso he mostrado videos de animación en Ars Electrónica junto a la Fundación Mar Adentro, en la última Bienal de Artes Mediales en Santiago y en varios festivales internacionales. Actualmente estoy desarrollando un nuevo corto, que avanza lento, pero avanza.
Tu obra parece desmarcarse de los temas y obsesiones recurrentes del arte chileno
Si, me han dicho eso. Pero yo también soy parte del arte nacional, aunque sea una pequeña parte… Personalmente creo que esa recurrencia de tópicos tiene mucho que ver con los fondos concursables. Pero claro, mis temas quizás son difíciles de encasillar. Mis motivos tienen que ver con la muerte, con lo cotidiano o también con la búsqueda de una forma nueva de articular ideas que quizás no exista. Me resisto también a encasillar una exposición en un tópico específico. Tampoco me gusta definir mi trabajo como una investigación en torno a uno. Si me interesan métodos de trabajo, como por ejemplo trabajar sobre imágenes de diversas fuentes. Me interesa lo híbrido de las imágenes que consumimos actualmente y cómo estas conviven, me interesa articular esa disonancia. Aunque no veo la infancia como un tema, realmente, si la veo como una forma personal de adentrarme en ideas que me interesan, como el contraste entre lo supuestamente inocente y lo «contaminado».
Lo traumático, lo ominoso…
Claro, y el terror probablemente se cuela por ahí. Intento reflejar esto también en la elección de mis formas de trabajar, de pintar, de elegir imágenes de fuentes populares y «doctas» a la vez. Creo que la distancia entre mis tópicos y los más recurrentes se da porque trabajo mucho solo y quizás tiendo a confiar en mi iconografía personal. A la vez, tengo una resistencia a adscribir el trabajo a un tema porque no creo que las artes visuales sean eficaces para abordar problemas contingentes o históricos con la complejidad que estos requieren, aunque si pueden motivar cambios de actitud o pensamiento generales si es que están abiertas a la interpretación. Generalmente salgo con una sensación de vacío cuando me enfrento a obras que se amarran demasiado a un tema o una idea, creo que es importante valorizar la mirada o experiencia externa al autor (o al curador) y para eso hay que darle espacio, acotar un espectro, pero no limitarlo tanto como para que la obra tenga una sola lectura.
Antes que relatos descriptivos de cualquier clase, en tu obra veo el desarrollo de una cierta atmósfera emocional.
Si, atmósferas es una muy buena palabra y se aplica tanto a las pinturas como a los videos que he hecho. Siempre me ha interesado la primera parte de la narración en la que se establece el mundo narrativo y se instalan las piezas de la historia. Luego, cuando la historia se empieza a desarrollar y las piezas se empiezan a alinear para llegar a un final coherente, ahí viene, para mí, la parte poco interesante…
Claro, en tu obra es usual que veamos imágenes o secuencias -impactantes a veces- sin solución de continuidad. Plagadas de terror corporal. Eso a mi juicio las vuelve más sugerentes. Pese a ello hay una deuda evidente con medios donde si se cuentan historias íntegras, por mas extraños que sean los espacios en las que estas ocurren. Los cómics por ejemplo…
Si, por supuesto, eso de no estar interesado en la conclusión de una historia no es necesariamente una virtud. Muchos de mis recursos vienen del mundo del comic, la caricatura o la ilustración. Cada vez me doy mayor cuenta de que varios de estos códigos son más cercanos a los de la pintura de lo que se quiere hacer creer comúnmente así que ya ni siquiera veo como una transgresión hacerlos convivir. La deformación tiene que ver con el terror corporal, como comentabas, y a la vez con trabajar a partir de la caricatura, lo que se conecta con un recurso usualmente mirado en menos en el mundo del arte, salvo que fueran recuperadas de una fuente externa, o «citadas» al modo del arte pop. También me interesa usar la pintura de forma libre, «dibujar con pintura», mezclar materiales o formas de pintar dentro de una misma obra o incluso hacer dos pinturas tan distintas que parezcan de autores diferentes.
Lo que señalas puede sonar muy formal, sin embargo, en tu trabajo, parece primar un enfoque íntimo y hasta emocional, que se resuelve a partir de un lenguaje híbrido. ¿Qué artistas has tenido en cuenta en este proceso?
Creo que artistas que trabajan con elementos más bien intimistas tienden a permitirse abordar las emociones. Dentro de los que yo admiro pienso en Robert Gober o Georg Baselitz, por ejemplo. O en un tono muy distinto, Rothko o Agnes Martin. También artistas contemporáneos como Nicole Eissenman, Alex da Corte o Dana Schutz
Volvamos a tu última muestra en NAC
Fue una exposición sobria en cuanto a escala y ambición. Hace un año y medio fui padre y eso ha acotado mis tiempos de trabajo y cambiado mi método. Además vengo de exponer otra exposición pequeña recién en Noviembre pasado. A pesar de eso, o gracias a eso, quizás, estoy contento con la exposición porque he podido plantear nuevas ideas, un nuevo imaginario y una nueva forma de enfrentarme a la producción de obras que me tiene muy entusiasmado pensando en el futuro. Creo que es un primer paso para una nueva etapa, por decirlo así. He recibido buenos comentarios sinceros de gente cuya opinión aprecio mucho y eso también me tiene contento.
Antes de NAC expusiste en New York. ¿Cómo llegaste ahí?
Pura suerte diría yo. Rebecca Polanzke, una curadora joven de Nueva York, se hizo seguidora de mi trabajo después de haberlo visto online. Entiendo que lo primero que vió fue uno de mis videos de animación. Rebecca seguía mi trabajo desde hacía varios años, pero de forma admirablemente arriesgada, desde mi punto de vista, me invitó a exponer sin haberlo visto en vivo. Luego, conversando con ella, me enteré de que claramente lo había mirado muy en detalle. La exposición se hizo en Long Story Short, una galería llevada por Will Leung en el Barrio Chino. Will fue también co-director de la ya cerrada Galería ATM. La exposición fue una excelente experiencia, con mucho apoyo de Rebecca y todo el staff de la galería, lo que hizo que el proceso se sintiera muy colaborativo. Es muy interesante ver cómo se desarrolla el mundo de las muestras en una ciudad donde la oferta es tanta.