Por César Gabler
La réplica de una roca de grandes proporciones instalada junto al camino que une a dos ciudades del norte de Chile. Aquello podría ser un resumen escueto de “Copy-Paste” el proyecto escultórico ejecutado por Marcela Correa en el año 2018, entre Vallenar y la Serena. El paisaje seco y cerril es parte de la escultura. Pieza ilusionista, artilugio plástico, resuelto por una artista cuyas obras, con toda la inexactitud del término, podrían calificarse de abstractas.
Para una escultora como Marcela Correa dedicada a explorar condiciones como el peso, la gravedad o la potencia de los materiales una creación como esta puede resultar extraña. Una curiosidad en su catálogo. Pero no es así. Correa replica una piedra, y realiza en sus palabras una “copia exacta en bronce de un bolón rodado de granito de 160 toneladas a la orilla del rio Lircay” y, continúa, “en base a una toma de moldes convencional retratará fielmente la forma y el tamaño de la piedra matriz y pegará sus atributos físicos en el sitio, potenciando una sensación de extrañamiento”. Un extrañamiento con fecha de caducidad, hay que agregar, porque como argumenta la propia escultora en otra parte del mismo comunicado, el objetivo es que, con el tiempo y los efectos climáticos, el brillo se opaque y la piedra se cubra de musgo, hasta parecerse, a la distante piedra que replica. Un particular ciclo de la vida inerte.
La obra aparece así no solo como el complejo despliegue técnico que es, sino, ante todo, como un ejercicio poético, en el que la materia se transforma para fundirse con el entorno y dejar de parecerse a una escultura. Pese a que la propia artista lo califique, como “un monumento tradicional que conmemora un tiempo geológico ajeno a cualquier recuerdo humano. Un tiempo genuinamente natural e inhumano”. La obra ciertamente se escabulle de lo tradicional y resulta una calculada e intrigante contradicción. La estatuaria clásica, consistía en perpetuar unas propiedades cuya relevancia merecían la vida eterna de los materiales nobles y la atención pública que otorga la elevación del plinto. Así lucieron en sus pedestales, primero emperadores o faraones y más tarde reyes y estadistas. Sus figuras elevadas al ojo plebeyo formaban parte del paisaje urbano como hitos. Aquí nada de eso ocurre. Lo humano es remplazado por aquello que parece su opuesto, y que, en su dura resistencia, en su intratable antigüedad, desafía nuestro ego. La roca está ahí, silente, sin anuncios y a ras de suelo. Un gran monumento secreto.
- TítuloCopy-Paste
- Fecha2018
- UbicaciónRuta 5 Tramo La Serena -Vallenar, sector Puente Juan Soldado
- MaterialBronce
Pero el secreto del monumento se convirtió en un secreto a voces. No para los amantes del arte por cierto. Una perforación en un costado inferior de la obra, la convirtió en un improvisado refugio para los viajeros. El bronce de la escultura se convirtió en un preciado botín. Comenzó un sistemático saqueo. Aquello alertó al M.O.P y la obra debió ser trasladada. Dos veces. Cuando en su último destino, un retén de carabineros, se estimó que su cuidado era un problema y un riesgo la artista y las autoridades tomaron una resolución. Tal y como había sido concebida la obra no podía subsistir. Acordaron hacer una nueva pieza para instalar en el mismo lugar, el Puente Juan Soldado. Esta vez sería de piedra. Un conjunto escultórico compuesto por rocas que parecen tener patas. Cada una luce en sus costados un agujero circular de bordes precisos. Puede verse como un ojo que vigila o una mirilla dirigida al mar.