Guillermo Núñez (1930-2024) fue el cronista oficioso y obstinado del exilio, el dolor y la desesperanza. Formado como artista y escenógrafo en la Universidad de Chile, el artista fue testigo directo de la historia del s.XX. Su vida y obra dan fe de ello.
En su pintura y gráfica, a través de un grafismo expresionista, a veces tortuoso, paradójicamente bello en tantas otras, logró mantener vivo el recuerdo de los momentos más trágicos de la historia chilena y universal. En esa combinación de textos, archivos e imágenes de su autoría (sus tan característicos organismos desgarrados), Núñez expresó una angustia donde a veces se colaba la esperanza, quizás en forma de color o a través de la participación colectiva. Unidos en el dolor podría ser el lema de aquellas obras, en las que el autor sometía su obra al escrutinio y participación pública, pegándolas en la calle para que fueran intervenidas o regalándolas al público para que las completara, cuando no había más que una hoja en blanco y la firma del artista escrita en ella. En otras ocasiones, cierta rabia, un irreprimible impulso crítico -como el que lo llevó a presentar las jaulas que precipitaron su exilio- lo empujaba a pintar figuras grotescas, masas desgarradas de carne y hueso, que recordaban lo mismo a Bacon o Dubuffet, que al universo surreal que respiró el artista en sus viajes por París o Checoslovaquia.
Sin embargo, en Núñez, la creación nunca se agotó en el drama y la tragedia. En el teatro, el diseño o la ilustración, manifestó su capacidad de asimilar estilos y colores en pos de una comunicación al servicio de otros. Recordemos que, en 1968, junto a Patricia Israel entonces su pareja, diseñó, imprimió y comercializó posters en una época en que aquel formato era pieza obligada en la decoración juvenil. Pero claro, la esencia del artista, aquella de la que nunca pudo ni quiso desprenderse cargaba con un pathos trágico, le era natural pintar el drama humano, antes que la alegría. Así y todo, en 1967 pintó una lengua afuera que tras el triunfo de la UP reeditó y se convirtió en todo un símbolo. Y la hizo antes que los Rolling Stones sacaran la suya en 1971. Sus obras pop, se valieron del colorido y el impacto visual de aquella corriente, para denunciar el racismo o su visión antinorteamericana frente a la guerra de Vietnam. Tristezas en empaque alegre.
En sus pinturas de los sesentas o en aquellas que realizó en el exilio, Guillermo Núñez logró expresar con la forma y el color un conjunto de preocupaciones atravesadas por lo existencial y, a su vez, por una inquieta mirada plástica. En los primeros años de aquella década, formas vagamente naturales pueblan sus pinturas como aquella con la que ganó el concurso Esso, en 1965. Luego vendría el pop tras su estadía neoyorkina, luego la U.P con el vértigo revolucionario y la dirección del Museo de Arte Contemporáneo, el MAC, en 1971. Institución que lo homenajeó merecidamente en los últimos años y que organizó dos importantes retrospectivas de su obra, la última el año 2015.
Ya en el exilio su pintura encuentra un cauce en el color, y en la figura. En todas sus expresiones se cuela indefectiblemente la figuración expresionista y los imaginarios mediáticos y coloristas de sus años pop, como hemos visto en su actual exposición en el MAC.
El artista peregrinó -estilísticamente- desde un surrealismo de formas orgánicas hacia un expresionismo a medio camino de la figuración y la abstracción. Entre medio sus experimentos pop y conceptuales (de los que nunca se desprendió del todo) y que fueron parte de su caja de herramientas permanente, como la gráfica, el grabado y la escritura. Una faceta esta última, la de escritor, de la que seguro tendremos más noticias durante los próximos años, a medida que se publiquen sus escritos y se expongan los centenares de dibujos y bocetos que contienen sus archivos.
Núñez representa una vieja tradición, la del artista comprometido. Con él se va una forma de concebir la creación en la que el cálculo, el deseo de hacer carrera, la figuración pública como negocio, aparecen como inquietudes banales frente al deber del artista hacia una sociedad que le inquieta, pese a la indiferencia y hasta el rechazo que ésta pueda tener hacia su obra. Núñez es la encarnación de ese compromiso que a ojos de algunos puede resultar ingenuo, excesivo. Tal vez ni el exceso de preocupación ni la ingenuidad que aquello pudiese representar interesaron nunca a un artista que no transigió en sus inquietudes ni en su lenguaje. Un lenguaje el suyo en el que el trazo expresivo indicaba un compromiso vital consigo y con el presente. Arriesgando su vida en ello.
Fotografías gentileza Museo de Arte Contemporáneo
Obras exposición Guillermo Pop