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Entrevista Cristián Salineros F.

10 de marzo de 2023

Por César Gabler

A lo largo de casi dos décadas la obra de Cristián Salineros ha ganado una presencia sólida en la escena artística y el espacio público. Sus piezas son directas y sugerentes, y ostentan la economía formal del buen diseño, agregando -casi invariablemente- una cuota de sorpresa, incertidumbre o de sutil ironía. La naturaleza; nuestra contradictoria relación con el medio y con nosotros mismos; los modos en que habitamos el mundo y los dispositivos que construimos para ocuparlo y darle sentido; se ofrecen como lecturas posibles a su producción. Salineros está lejos de la estética de la provocación que cerró el siglo XX y abrió el presente. Los mismos años en que dio sus primeros pasos como artista. Como su reposado tono de conversación, el suyo es un lenguaje discreto, claro y reflexivo. En sus reconocidas jaulas, por ejemplo, no identificamos de manera explícita una condena al cautiverio ni a los límites que experimentamos como sujetos; pero la obra permite pensarlo. Como artista no instala consignas, ni opiniones y sí la ligera incertidumbre que abre paso a la reflexión.

 ¿Siempre te pensaste como escultor o contemplaste otras disciplinas artísticas?

Creo que de manera inconsciente me pensé siempre como escultor, o al menos como alguien que trabaja con materiales físicos y con el espacio. Siempre me ha gustado construir cosas y destruir cosas, seguramente esto está relacionado con que a mi padre siempre le fascinó hacer y fabricar cosas, de hecho, en mi casa siempre hubo un pequeño taller, con herramientas eléctricas y manuales.

Por otro lado, al entrar a estudiar arte y comenzar a relacionarme con las “disciplinas” de ese entonces, siempre me fasciné con la idea de construir, más que con la idea de representar, los ramos de pintura los pase sin muchos inconvenientes, pero al mismo tiempo sin mucha pasión.

Un pintor correcto entonces. Cuando uno mira tú trayectoria, se puede reconocer casi desde tus inicios una conexión con la naturaleza…

La verdad es que efectivamente desde mi proyecto de grado 1998-1999 que se llamaba “Ser Lugar” y  que fue exhibido en el MAM Museo de Arte Moderno de Chiloé, la naturaleza y por sobre todo la relación que los seres humanos tenemos con ella  ha estado en mayor o menor medida siempre en el centro de mi trabajo, de hecho en esa memoria de grado lo que yo planteaba era la idea conceptual de la socio-geografía como un binomio indisoluble entre la estructura social y la geografía, y como ambas  -con todo lo que conlleva cada una- generan relaciones espaciales, temporales y de lenguaje. Para ese entonces -en el año 1997-  recién egresado, yo me fui a vivir al archipiélago de Chiloé para realizar esa investigación que decanta en la exhibición en el MAM, y que está relacionada con el hecho de Ser Lugar, constituirse dentro de un sistema orgánico, en el cual las partes se dependen para conformar una lógica contextual, geográfica y de paisaje, en donde la relación temporal, geográfica, climática y el ser humano generan una unidad irrepetible, me quedé viviendo ahí 3 años después de eso.

¡Tres años!, te marcó sin duda. Si uno se detiene en eso, apareces como un adelantado respecto a la relación arte-naturaleza. Hoy día muchos artistas jóvenes aparecen avocados a investigar los ecosistemas y las consecuencias de la crisis medioambiental…

La evolución de esos intereses ha sido más bien en torno a la forma o los medios de las cosas, una especie de contemporización de esas ideas siempre presentes en mis trabajos. Creo que en general uno hace una sola gran obra que tiene muchos episodios o bajadas intermedias, pienso que los intereses se mantienen más o menos en la misma sintonía, sin embargo, los materiales, medios y formas que adoptan las cosas también van produciendo nuevas lecturas sobre asuntos que reaparecen constantemente.

Creo que muchos artistas han volcado sus intereses al trabajo con la naturaleza, cuestión que me parece bien, sin embargo también creo que es como lo que “está de moda” y que es “de lo que hay que hablar”, casi de manera oportunista;  muchas veces veo proyectos y exhibiciones que me resultan muy incómodos por la impostura y superficialidad con que aparecen asuntos relacionados con la naturaleza, como con la urgencia de hablar de “eso” para no quedar “fuera”. Una especie de urgencia por decir algo primero, aunque lo diga mal, total ya lo dije, aunque sea mal, entonces ahí me viene la incomodidad respecto a lo poético o la sensibilidad que las cosas deben tener. No solo hay que decirlo, sino que hay que decirlo bien y con la sensibilidad que debe ser dicho. Ahora bien por otro lado me parece maravilloso que la naturaleza este en el centro y que el tema esté muy presente, y que haya conciencia y bla, bla, bla, bla… ¿Quién podría objetar es no?

Se tenía que decir y se dijo…

Pero a veces al ver el nivel de impostura y forzamiento de las cosas, me dan ganas de ir y matar una ballena, talar un bosque o comerme una nutria…no sé, un poco como el libro de Slavoj Zizek que se llama En defensa de la Intolerancia (buen libro, pero sobre todo, amo el título).

Bueno, algo de eso hay en tu propio trabajo, usas imágenes que pueden tener lecturas contradictorias, como las aves enjauladas. Puede resultar tanto un alegato contra el cautiverio, como una forma estética de normalizarlo, sin duda es más ambigua que cualquier solución polar…

Es verdad, sabes que creo que este asunto surge desde dos lugares, el primero es en mi infancia, recuerdo que vivíamos en una villa de la ENDESA (Empresa Nacional de Electricidad S.A) , mi madre trabajó ahí toda su vida, eran cientos de casas iguales que se conformaban -arquitectónicamente hablando- por dos cuadrados unidos por un pasillo y sus techos eran piramidales, imagina un cuadrado con un techo piramidal, es igual que una jaula de pájaros clásica, tipo Pagoda, eso por un lado; por otro esas casas tenían un patio tipo jardín, un poco de pasto, unos pocos árboles y arbustos que tenía mi madre en maceteros. Cerca de mi casa había un centro comercial que tenía una tienda de “mascotas” en donde vendían aves, canarios, manones, catas, diamantes, etc., pero también tenían Chirihues que son aves silvestres, parientes del jilguero y que no son de criadero. Recuerdo que iba con mi bicicleta y compraba los chirihues y los transportaba en una caja de zapatos con hoyos a mi casa, los llevaba al jardín que te mencionaba y los soltaba ahí, lo raro es que podía haberlos soltado saliendo de la pajarería , pero no, los llevaba hasta mi casa y los soltaba dentro de mi jardín, quizás con la torpe ilusión de que se quedarían en mi espacio, ahí en mi jardín, pero obviamente jamás volvían, bien por ellos.

Tu aporte a la ornitología local…

El otro antecedente es ya más contemporáneo y ligado al arte. Al regresar a Chile luego de un tiempo viviendo en Alemania (estudiando), Alberto Madrid me invitó bajo su curaduría a cerrar un ciclo de exhibiciones  en la galería Punta Ángeles de Valparaíso que estaban relacionadas con la obra de Juan Luis Martínez, lo que yo propuse fue una obra – intervención (un poco site specific) en la que construí una gran estructura tipo “jaula” pero que era imposible que contuviera o apresara a un ave, ya que era una estructura permeable construida con coligües (bambú), junto a esa estructura o escultura que se encontraba suspendida y adherida a la estructura arquitectónica de la sala  incorporé 10 diamantes, que son unas aves de criadero pequeñas y que no cantan (como lo haría un canario) si no que solo pían suavemente, esas aves estaban sueltas en la sala y se movían libremente por el espacio interactuando con los visitantes. La exhibición duró 3 meses y para mi sorpresa las aves comenzaron a sacar la fibra vegetal de los coligues y comenzaron a hacer nidos, eso fue muy sorprendente para mí, ya que esas aves jamás habían conocido otro espacio que no fuera el de la jaula, y el material natural pareciese haber activado una especie de memoria genética, al punto que construyeron nidos para criar con esas fibras vegetales. La exhibición se llamó “La utopía de la jaula” (2007).

Hoy has llegado a un resultado muy sofisticado en lo técnico y lo formal, ¿hay alguna previsión respecto al comportamiento de las aves?

La verdad es que no lo sé, siempre dependerá del espacio de exhibiciones o del proyecto en el que me involucre, no obstante eso, creo que esos espacios devenidos en jaulas, ya que son de alguna manera formas espaciales que se visualizan a través de la “jaula” o estructuras tipo jaula, siguieren siempre metáforas entre la relación del espacio y nuestros propios cuerpos, una especie de  bio-política a través del espacio y control de él.

Así como detrás de las jaulas se adivina la utopía de un sistema, en toda tu obra, incluso en aquellas obras más alejadas de tu propio canon, aparece visible una metodología de trabajo. Una forma casi proyectual de concebir la creación

Si, creo que siempre comienzan con alguna observación de algún fenómeno que esté relacionado con las cosas que me interesan, no sé, por ejemplo; en una oportunidad que tuve que viajar y que les pedí a mis hijas que por favor alimentarán a unos canarios que tenía en una jaula grande, pero les dije que no era necesario que hicieran aseo a la jaula (cosa que yo hacía una vez a la semana), que solo les dieran comida y agua, yo al regresar haría la limpieza, cuento corto es que pasaron 3 semana y al regresar se había acumulado un pequeño montículo de excremento de aves (las aves comen y cagan básicamente en el mismo lugar) cuestión que me pareció muy interesante y potencialmente escultórico, implicaba una relación especial con el espacio, con el control o la política del espacio, con la alimentación  y por sobre todo con un asunto temporal muy relevante, esa mera observación dio paso a toda la exhibición de Otra Periferia (2015) que realicé en la galería Patricia Ready. Creo que esas metodologías de observación y de registros son las que gatillan casi exponencialmente mi sistema de trabajo, obviamente en el proceso aparecen dibujos, maquetas, prueba de materiales, etc. y siempre que realizo una exhibición me hago una maqueta a escala de todo el espacio donde voy a trabajar, como si fuera una casita de muñecas, donde juego con las relaciones que espero ocurran dentro de un espacio determinado.

Control, control… suena interesante eso, concibes no solo la obra si no la relación integral de las partes, desde un modelo. ¿Y cómo lo haces con tus esculturas en el espacio público? ¿Tienes a estas alturas algunos requisitos?

No sé si necesariamente deban existir características indispensables o un check list que cumplir, ya que creo que cuando uno desarrolla un proyecto para el espacio público entra en relación con muchos aspectos, que de una u otra manera van rayando la cancha o estableciendo reglas del juego. Primero hay que entender que el espacio público es por definición el espacio más democrático que pueda existir, por lo tanto, cuando uno instala una obra o lo que sea, va a pasar que a la mitad de la gente le gustará y a la otra mitad no, y eso está perfecto, de alguna manera el espacio público tiene sus propias reglas y los procesos son distintos a los que uno realiza cuando está proyectando una exhibición en algún espacio institucional, museal, galerístico, etc.

En mi relación con el espacio público sigo ciertos parámetros: el contexto, el ser humano, las funciones de ese espacio, las connotaciones sociales, la relación formal con el lugar (escala, color, abierto, cerrado, etc.)

Normalmente mis obras públicas son de carácter horizontal, expandidas y en relación con el ser humano, desde su escala al menos, normalmente son obras en las cuales no es necesario echarse hacia atrás y tener que levantar la cabeza para verlas o entrar en relación con ellas, en ese sentido solo una vez he realizado una obra pública de carácter vertical y esa es Plegar el paisaje (2017)  que se encuentra en Lo Barnechea , eso sucedió en gran medida porque era una condición sugerida de parte de los mandantes de la obra. No tengo problemas y no estoy peleado con “lo vertical”, simplemente es que en general pienso la relación con el espacio público de manera más armónica y menos hegemónica entre el ser humano y la obra.

Algo que puede reconocerse en tus últimos proyectos, cuéntanos de eso, de lo reciente y de lo que se viene…

En términos del espacio público termine hace un par de meses una obra grande para el nuevo terminal internacional del aeropuerto de Santiago (Nube R) que está instalada al aire libre en el BV Oriente, y también terminamos hace poco una obra para un edificio de Inmobiliaria Actual, ambas obras de naturalezas distintas me tienen muy contento y expectante de ver cómo se van a ir acomodando con el tiempo a sus propios contextos.

Hacia adelante en el 2023 vienen proyectos de exhibición importantes para mí, uno en la galería de Patricia Ready y una exhibición individual en el MAVI-UC que estamos trabajando junto con el curador Miguel A. López.