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Catalina Mena Ürmenyi

01 de octubre de 2024

En “Sentir” -su última exposición individual a la fecha- Catalina Mena Ürmenyi (Santiago de Chile, 1971) abordó buena parte de su producción. De un lado, el trabajo pictórico con el que dio inicio a su carrera junto la escultura y la instalación que han caracterizado su producción de los últimos años. Necesidades artísticas, madurez. Es claro que en aquella exposición Mena conjugó sus preocupaciones en torno a las posibilidades plásticas y poéticas de los materiales para ahondar en su particular visión de lo privado y lo femenino.

Hilo, metal, cerámica, papeles, agujas, sangre y, sus ya emblemáticos cuchillos, fueron parte de los materiales que la artista desplegó en la sala principal de la Galería Patricia Ready.

Sonia Montecino reconoció que el sentir en la exposición de Catalina Mena se expresaba en el hilo, la escritura en el papel y la loza. Y es que claro, hay una dimensión artesana y sensible que es fundamental en la producción de la artista, que la distancian de aquellos creadores que ponen el acento en las ideas y los conceptos, desatendiendo el trabajo de taller. Catalina Mena, al contrario, piensa haciendo y podríamos agregar, sintiendo. De esa manera su trabajo sintetiza la preocupación neo-conceptual del arte chileno de los noventas con una sensibilidad plástica que la enraíza con su formación pictórica en la Universidad Católica. Ahí radica la particular mixtura que viene practicando y de la cual quisimos hablar en esta entrevista.

En tu obra, lo doméstico tiene un carácter doble. Al menos así lo leo yo. Por una parte, el calor de hogar, el afecto, y por otra un espacio de riesgo ¿Lo ves así?

Entiendo lo doméstico como nuestro lugar íntimo, un lugar de repliegue ante lo público. Y como tú bien lo lees, aunque es un lugar que nos brinda seguridad, no deja de ser un lugar contradictorio, ambivalente, como muchas cosas en nuestra vida. Dentro de nuestro espacio más seguro y conocido, encontramos otras perspectivas profundas que me interesa explorar. Encuentro interesantes reflexiones en esta bisagra entre lo cariñoso, lo cuidado, lo sabido, en tensión con lo violento, lo riesgoso, lo desconocido. Es en esta contradicción donde se articula gran parte de mi hacer. Lo anterior como una manera de explicar las fuerzas antagónicas que nos contienen, como ya lo reconoció Carl Gustav Jung al hablarnos sobre la luz y la sombra de cada individuo.  Esto también está muy presente en el concepto chino del Ying y Yang, que también lo explica.

Una ambivalencia que aparece a través de los objetos

Hace ya un tiempo que los objetos domésticos son un objeto de estudio que me han permitido poner en cuestión nuestro habitar, nuestra manera de estar en el mundo. A través de ellos me permito cuestionar nuestros sistemas de relaciones. Al principio trabajé las escenas de lo doméstico, más específicamente la mesa, ese lugar de reunión que nos convoca. Hay dos lugares dentro del hogar que llaman especialmente mi atención: la cama y la mesa. Dos lugares donde la horizontalidad se hace presente permitiéndonos el encuentro entre los cuerpos. Lo anterior convoca múltiples reflexiones sobre las relaciones humanas. Ahora me he enfocado en los objetos, ya no tanto en la escena, como una manera de adentrarme en la relación de sentidos que conllevan cada uno de los objetos con los que compartimos nuestro día a día.

Objetos y palabras también. ¿Cómo te aproximas a cada uno?

Los objetos nos acompañan en nuestro diario vivir y de nuestra relación con ellos podemos reflexionar y cuestionar nuestra vida, nuestra manera de estar en el mundo. Eso me permite metáforas sobre las relaciones humanas. Las palabras, por su parte, son los elementos del lenguaje que nos permiten comunicarnos y también conllevan otras cargas de sentido sobre nuestra condición humana.  Es en este diálogo entre las palabras y los objetos donde se conforma un encuentro que posibilita conectar asuntos e interconexiones, los que, a su vez, permiten nuevas reflexiones. El lenguaje ha sido una materia importante en la filosofía contemporánea ya que es determinante en nuestra vida. Como lo dijo Heidegger “El lenguaje es la casa del ser”, pero esta casa tiene ventanas y puertas. El lenguaje se nos escapa a veces, no es fácil de atrapar. Los objetos, por su parte, también tienen su utilidad y sus campos de sentido, al igual que las palabras. Ambos- palabras y objetos- contienen profundidades que me permiten indagar y poner en relación diferentes aspectos que posibilitan la reflexión de nuestra condición social y cultural.

¿Y cómo se manifiesta en tu obra?

Te pongo un ejemplo mediante el cuchillo, que ha sido un objeto doméstico utilizado en mi trabajo hace años. Este nos ayuda en nuestro diario vivir, para nuestra alimentación, pero también puede ser una posible arma, contiene usos contradictorios. Yo le pongo palabras en el filo, entonces se visibiliza esta ambivalencia de la palabra como elemento que es de utilidad para el pensamiento y la comunicación y que, a la vez, se nos puede introducir en el cuerpo, pero que también puede hacer daño, herir y violentar.

 ¿Y no tienes miedo a veces que las palabras tengan un peso tan grande que hagan innecesaria la presencia de las imágenes?

Primero decir que el miedo está siempre presente, pero no lo pongo por delante, sino que, a mi lado, como compañero que me advierte y ayuda a estar alerta. El hacer creativo es siempre un abismo y si no hay incertidumbre significa que no estamos explorando nada nuevo, creo yo. Sobre las palabras y el lenguaje, estamos insertos en ellos, nos comunicamos, pensamos e incluso nuestras emociones están ligadas a ellos. Podemos realmente conocer y sumergirnos en nuestra conciencia a través de las palabras? Bueno, la verdad siempre he pensado que estas no son suficientes, aunque me fascina el lenguaje, no me alcanza. A través de mi trabajo intento reflexionar sobre esto, acercarme de alguna manera a la palabra desde distintos lugares para así posibilitar el entendimiento desde otra dimensión ligada a lo visual. La palabra y las imágenes las entiendo como dos articuladores de sentido muy potentes -cada una por su lado- pero que en este diálogo pueden conectar nuevos campos de sentido. Mediante el trabajo con ambas- palabras e imágenes- indago en los encuentros, las contradicciones, las reflexiones y las preguntas complejas, amplias y con significados abiertos.

A este diálogo has sumado lo textil

El textil, con sus cruces y nudos, metafóricamente alude a las interconexiones. Lo anterior me permite desarrollar relatos y narraciones a partir de la línea y de la calidez del hilo o de la lana, ampliando nuevos campos de sentido en mi trabajo. Configurar mundos interconectados que dan cuenta de relaciones y encuentros. El textil en un mundo donde lo virtual gana vez cada más terreno, donde el detenerse y hacer una labor manual pareciera una cosa del pasado, me parece un acto de resistencia. Nos permite poner en valor la manualidad, el hacer, el tiempo y la reflexión para dar un lugar al encuentro y a la vivencia, tanto desde el que lo hace como desde el que lo aprecia.

 “Sentir” fue el título de tu más reciente exposición en la galería Patricia Ready

Hace ya un tiempo, desde siempre en realidad, la palabra sentir ha sido mi motivación. La verdad me parece tan profunda e inaccesible, tan fundante de nuestra experiencia de vida, que explorarla me parece fundamental.  Trabajar en torno a esta palabra significa mantener un cierto escepticismo vivo, con una curiosidad constante. Significa plantear preguntas que resulten inquietantes. Ahondar en el sentir nos llama a plantearnos preguntas que también a veces creíamos resueltas, examinarnos y cuestionarnos. El sentir está ligado a nuestra percepción de mundo y a nuestras emociones. Los seres humanos somos seres sociales y emotivos desde nuestro nacimiento, nacemos llorando.

Y ahí saltas a la percepción

Percibir es un significado complejo que refiere a un acto perceptivo reflexivo como un todo, inseparable. Nuestra percepción de mundo está ligada tanto a lo racional como a lo emocional. Me parece que, desde Descartes, con su conocida frase, pienso luego existo, hemos puesto mucho énfasis en lo racional y ya estamos viviendo las consecuencias de aquello. Creo que es necesario poner en equilibrio el pensar y el sentir para lograr un mundo mejor. Cabe decir que la palabra emoción proviene de emovere, que en latín significa mudarse. Nuestras emociones nunca son quietas, se mueven y fluctúan. La palabra sentir en su base indoeuropea se refiere a tomar una dirección, por haberse orientado por los sentidos. Lo que aún se conserva de cierta manera al decir y hablar del sentido del movimiento de un reloj, por ejemplo. Pero ya más adelante la palabra sentir proviene del latín sentire, que en un principio significaba oír, pero más tarde pasó a representar los sentidos. Podemos inducir que el sentir refiere a escucharse uno mismo para saber qué dirección tomar. Claramente toda esta definición está lejos, muy lejos, de abarcar el sentir propio del ser humano. Esta palabra suena como un decreto de nuestra condición propia de ser orgánico. La palabra sentir es inmensa, profunda e ilimitada. Es desde esa inestabilidad que intenta atrapar o dilucidar nuestra relación con el mundo. Y es desde su propia vaguedad que nos precipita hacia un vacío, que nos denota esa fragilidad en la que estamos insertos. Somos seres sintientes. Bueno, no somos los únicos, pero sí somos los únicos que tenemos conciencia de ello, por lo menos lo que sabemos hasta ahora, ¿no? Y esto es parte fundante de nuestra humanidad. Para ello debemos ahondar en el sentir. Ya sabemos que las palabras no nos alcanzan, porque si yo le pregunto a alguien qué es realmente el sentir, y lo he hecho, cuesta mucho que logren explicarlo. Muchas veces la mayoría no sabemos explicar bien la diferencia entre emoción y sentimiento.

Cuesta establecer la diferencia

Es por ello que quise visibilizar el sentir, para generar un campo de estudio y profundización, desde lo teórico y lo visual, en torno a ella, a la palabra misma. Bueno, me gusta mucho la filosofía y como nos insta el filósofo Peter Sloterdijk, es necesario hacernos nuevamente las preguntas fundamentales. Ahora, gracias también a la neurociencia, sabemos mucho sobre nuestro sentir que antes sólo intuíamos, pero ahora ya lo tenemos comprobado. Por ejemplo, ¿sabías que ahora ya no sólo está comprobado que hay cinco sentidos, como nos enseñaron a nosotros en el colegio? Ya la comunidad científica está de acuerdo en que son siete, y es gracias a ello que ahora ya reconocemos a todo el cuerpo y su postura como actuante de importancia en nuestra percepción de mundo y, por ende, en nuestro sentir.

Está claro que el sentir opera en tu trabajo como un concepto que irradia en múltiples direcciones. ¿Cómo lo entiendes en el arte contemporáneo?

Hay muchas reflexiones que me interesan a partir de esta palabra concepto, y creo que las artes visuales nos permiten ir a campos de sentido que son necesarios para expandir estos conocimientos. El arte contemporáneo no puede estar ajeno a lo sensible, sobre todo ahora, donde el humano, con todos los nuevos cambios tecnológicos, está siendo cada vez más complejo. Cabe decir que la inteligencia artificial aún no es capaz de abordar lo emocional. Seguimos siendo humanos, únicos e irrepetibles, gracias a nuestra emocionalidad. Entonces, ¿no es esto fundamental y de importancia tanto para las artes visuales contemporáneas como para nuestro mundo en general?

Te formaste en la U.C, bajo la tutela de dos artistas cuyo trabajo puede ser leído fácilmente desde el sentir, me refiero a Gracia Barrios y José Balmes…

Debo decir que agradezco el haber sido parte de la Escuela de Artes de la Católica a principios de los 90. Una escuela llena de sensibilidades, del hacer y de la diversidad, en un país cambiante lleno a expectativas y nuevos desafíos, donde todo parecía posible. Donde el hacer en el arte mantenía un romanticismo vivo, y en ello Balmes y Gracia Barrios eran parte importante; comprometidos y cercanos, humanos, muy humanos. No sabría decir específicamente qué de aquellas enseñanzas permanecen en mi trabajo, pero creo que en mi manera de entender y hacer en el arte, sí permanece mucho. Hay muchos otros profesores de importancia, pero quiero nombrar especialmente a Pedro Millar, un gran profesor que me enseñó el rigor y compromiso, y que siento que le debo mucho. Lamentablemente su trabajo aún no ha sido visibilizado como debiera.