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Andrea Silva: La naturaleza de nuestras relaciones

19 de octubre de 2023

Por César Gabler

Cuesta creer que alguna vez fue una niña tímida. Andrea Silva, sin soberbia, luce desenvuelta y muy segura de su propuesta artística, tal vez, porque como ella misma lo afirma, hay una conexión profunda entre quien es y aquello que hace. Formada en la Universidad Finis Terrae su obra podría definirse, como orgánica. Si, porque sus esculturas e instalaciones apelan casi sin excepciones al cuerpo y la naturaleza. Un cuerpo, eso sí, que no es ni el de la anatomía científica ni menos el del arte clásico.

Lo corporal en su obra pasa por pensar en nuestros fluidos en constante movimiento, en los microorganismos que nos habitan, en los procesos constantes que nos mantienen con vida. Una naturaleza, también, que se expresa en sus organismos menos visibles y en los vestigios que casi siempre ignoramos. Puede ser entonces, una esponja o una rama la forma que manifieste todo aquello que a la artista la conmueve. En esos y también en otros motivos, encuentra formas de organización -formas de vida- que inspiran la elección de materiales y la composición que adoptan sus piezas. A partir de ahí su exploración de las formas, del color, del lugar que ocupan las piezas en el espacio.

¿Puedes contarme como es tu forma de trabajo? ¿en qué espacio desarrollas tus esculturas?

Antes de la pandemia tenía un lugar establecido, trabajaba en Lo Cañas, en un refugio verde. Ahora ando de nómade. Mi taller oficial está en mi departamento, generalmente en todos sus espacios dependiendo de la necesidad del momento, pero sobre todo en mi pieza. Me levanto y me duermo rodeada estudios, de procesos, de objetos en espera, en observación. Es en este lugar donde mastico mis ideas, con paciencia, sin apuro. Y una vez que toman forma y (a veces) crecen en tamaño, entonces busco el lugar temporal para instalarme a construir por el tiempo que sea necesario.

Los proyectos que he desarrollado son una especie de conversación continua conmigo, es como una cadena de desenlaces. Desde hace más de 15 años que me dedico a esto y cada proyecto va a dejando nuevas preguntas a responder.

Proyectos que casi siempre, abordan de un modo u otro la naturaleza

Es difícil no enamorarse de las formas naturales, finalmente son el principal referente de cualquier ser vivo; somos lo que nos rodea. Nada de lo que ha construido nuestra especie existiría sin poner atención a cómo funciona nuestro entorno.

Las formas que uso de referentes están presentes en todas partes, en los cerros, los bosques, el desierto y también en nuestras ciudades. Están en la arquitectura animal, bajo el lente de un microscopio, en nuestra piel y dentro de nuestro cuerpo. Solo basta detenerse y mirar.

En tu mirada es clave cómo resuelves aquellas formas que te intrigan

Empecé a explorar objetos que encontraba a mi alrededor, en mi casa. En la búsqueda de materiales que me sirvieran para crear mis propias “naturalezas”. La mayoría de las cosas que nos rodean provienen de una cadena de producción industrial, objetos serializados, poco valiosos. Mi objetivo era transformarlos para darles una nueva oportunidad, transformarlos en algo misterioso.

En esas piezas aparece una tensión absoluta entre el referente y la materialidad de la obra.

Pero la idea no queda ahí, luego estas formas empiezan a tomar otro tipo de sentido. Y entonces aparecen conceptos más íntimos. Como la familia (en las repeticiones y aglomeraciones) y la casa (en las formas envolventes / contenedoras). Y los flujos de líquidos sirven para representar las relaciones y conexiones entre las piezas del puzle.

Además, cuando hablamos de naturaleza, hablamos de ella como algo ajeno a nosotros, cuando la verdad es que somos parte de ella. Nos gusta sentirnos diferentes, especiales, un ente aislado, pero somos parte de un todo. Puede que nos hayamos deformado en el camino, puede que nos diferenciemos con conductas extrañas; pero, aun así, somos un animal más. Entonces, nuestras acciones también son parte de la naturaleza y si generamos con ellas un desequilibrio, seguro será la naturaleza quien se encargue de borrarnos del mapa.

Son estos pensamientos los que me han motivado para construir mis propias naturalezas. Y con elementos “humanos” intentar lograr que respiren o latan, y que sus fluidos circulen.

¿Y tu relación con los materiales de tus inicios se mantiene intacta?

Hoy, con perspectiva, me he embarcado en la misión de lograr la permanencia de las formas que genero. Con el paso de los años las materialidades con que había trabajado empezaron a agotarme. Mis obras, a pesar de estar protegidas y bien guardadas, tenían una mala vejez y muchas han terminado en la basura. Entonces empecé a cuestionar la posibilidad de volver a usar los materiales duraderos.

Esponjas, esporas, microorganismos, son algunas de las formas de vida que uno reconoce en tus piezas. Qué te interesa particularmente de ellas.

Si te fijas las formas que escojo, son bastante sencillas, pero elementales. Se parecen a los huevos, a las células, las semillas; todas relacionadas con el origen de la vida. También las relaciono con una vasija, un contenedor; y este, a su vez, con un refugio, una casa. Entonces aparece la idea de hogar y nuestro cuerpo como contenedor. Contenedor de vivencias, emociones. Luego está el recurso de repetir, el acumular, el agrupar, la familia, la comunidad, las amistades. Sin este factor fundamental la persona que habla no existiría. Somos relaciones.

¿Y en qué proyectos identificas más claramente ese aspecto?

Primero, “Proliferación”, hecha con mallas plásticas con las que se envasan las frutas. Está basada en referentes como esponjas, hongos, crecimientos naturales, familias. Estaba buscando un material que fuese delicado y etéreo y que lograra formas envolventes. Fue un ejercicio de experimentación material y de color. Quería que el color fuese parte del material, que surgiera de él.

Segundo, “Colonia”, que es una escultura flotante a gran escala que fue instalada en una vitrina ubicada en el frontis del GAM. Aparece la idea del grupo, de la pertenencia. Esto bajo el recurso de la repetición. Lo que hice fue trabajar con un objeto cotidiano, sin aparente valor, pero de una gran delicadeza en su confección. Me refiero a la virutilla o esponja de acero, que usamos para lavar platos. La encontré al desplegarla, rompiendo su presentación original (enrollada sobre sí misma) para volverla un tubo. Lo que me conquistó fue el delicado tejido que está oculto en ese objeto que siempre ha estado presente en nuestras cocinas.

Por último, “Circuito Cerrado”, que incorpora vidrio, mangueras plásticas transparente y agua teñida movida por una bomba. Con este proyecto me metí en el sistema circulatorio, usándolo como paralelo para representar las relaciones. La pregunta que me moviliza es cómo afectamos y nos afecta nuestro entorno; de ahí el recurso del movimiento impulsado por la bomba. Además, quise hacernos observar esas relaciones, lo que ocurre adentro. Por ello la transparencia de los materiales.

La naturaleza te sirve entonces como metáfora. Me imagino que de alguna forma se conecta con otro interés significativo en tu propuesta, el color… 

Parte de mi identidad se ve marcada por el uso del color. Me visto de colores. Y, si mi trabajo soy yo, ¿por qué no vestirlo también?

El color sirve para atraer. Así aparece en la naturaleza. Un color llamativo es prácticamente imposible de pasar por alto.

Hace más de dos décadas me ha caracterizado el uso del color llamativo en mi ropa. De hecho, parte de esta la hago yo misma, con telas escogidas por su color. Pienso que sirve para diferenciarse en la masa. Tal vez tiene que ver con que de niña era muy tímida, y las masas desconocidas me daban miedo. Pasados los veinte me empecé a sentir más segura. Y la ropa de colores llamativos empezó a ser parte importante de mi persona.

En esa época recibí un comentario sobre mi trabajo que me marcó: ¿por qué si te vistes de colores, este no aparece en tu trabajo? Eso me dio un giro. Mi trabajo soy yo, entonces, ¿por qué tendría que ser diferente?